Garantizar la seguridad de las materias primas y los alimentos destinados a diversas especies animales se ha convertido en un desafío significativo en la producción animal durante las últimas décadas. Hoy en día, la industria ganadera lucha contra diferentes factores que amenazan a la salud animal y, consecuentemente, a la salud humana. Uno de los problemas más persistentes es la contaminación por micotoxinas, que afecta tanto los sistemas de producción como la gestión ganadera (Jedziniak et al., 2019). La contaminación por micotoxinas, metabolitos secundarios de los hongos que se pueden encontrar en los alimentos para animales, es un problema que se encuentra globalmente extendido. Su origen está directamente relacionado con la composición de los alimentos utilizados en la nutrición animal, en las condiciones ambientales y en los procesos de manejo del propio producto alimentario.
En el caso de los caballos, su alimentación se basa específicamente en pasto, heno y cereales en un concentrado nutricional. Este forraje puede ser naturalmente contaminado por micotoxinas producidas por hongos antes, durante o después de la cosecha y durante el almacenamiento, suponiendo una exposición continua a estas toxinas por parte de los caballos. Por lo tanto, la contaminación del forraje por micotoxinas puede suponer un desafío mundial asociado a importantes problemas de salud y rendimiento en la industria equina. Además, en comparación con otros animales de granja como los rumiantes, los animales monogástricos, donde se incluyen los caballos, son más susceptibles a intoxicarse por las micotoxinas debido a que carecen de la microbiota rumiante, la cual actúa como una barrera contra las micotoxinas. Además, la principal vía de absorción de micotoxinas se encuentra en el intestino delgado, y no en el intestino grueso, haciéndolos más susceptibles ya que la absorción de los nutrientes es anterior a la degradación microbial por fermentación (Braga et al., 2020).
Aunque hay una falta de información y estudios sobre los efectos de las micotoxinas en caballos, se ha descrito que las principales especies de micotoxinas que más afectan a los caballos son las fumonisinas B1 (FB1), las cuales han sido fuertemente relacionadas con brotes en esta especie. Sin embargo, también se ha observado micotoxicosis equina por Aflatoxina B1 (AFB1), Deoxinivalenol (DON), toxina T-2, ocratoxina A (OCA), zearalenona (ZEA), la slaframina, el tremorgénico y los alcaloides del cornezuelo del centeno (ergot). De hecho, en comparación con otros animales monogástricos, se observó que los caballos son relativamente más resistentes a las aflatoxinas (Mobashar, 2022).
Límites máximos de exposición a las micotoxinas para la industria equina
Según el nutricionista equino Dr. Kyle Newman de los laboratorios Venture en los Estados Unidos, se han determinado las concentraciones máximas de micotoxinas en caballos adultos (Tabla 1). Sin embargo, hay que tener en cuenta diferentes factores que se excluirían de estos límites, como caballos en reproducción, juveniles, o sinergias entre diferentes micotoxinas. Según una revisión del Dr. Mobashar basado en diferentes estudios, se pudieron determinar niveles de tolerancia de diferentes micotoxinas en la ración de los equinos (Tabla 2) (Mobashar, 2022). Por otra parte, el reglamento 2006/576/EC de la Unión Europea solo específica el límite de cantidad máxima permisible de las fumonisinas en 5 mg/kg en la alimentación animal. No obstante, aún es necesaria más investigación para establecer los niveles máximos de otras micotoxinas que pueden afectar a la salud equina.
Tabla 1. Límites máximos de exposición a las micotoxinas para equinos según el Dr. Kyle Newman
Tabla 2. Niveles de tolerancia de micotoxinas en la ración para caballos según diferentes estudios (Mobashar, 2022)
Efectos de las micotoxinas en caballos
Aflatoxinas
Las aflatoxinas, una micotoxina producida por el genera Aspergillus con efectos carcinogénicos, ha estado relacionado con efectos negativos en la salud equina. La mayoría de forrajes para caballos contienen maíz, avena y otros cereales, que son altamente susceptibles a la contaminación por aflatoxinas. La aflatoxicosis equina por AFB1 ha sido relacionada con señales clínicas no específicas, como tos, inapetencia, depresión, fiebre, temblor y ataxia; y lesiones hepáticas, como necrosis centrilobular, colestasis y proliferacióm de los conductos biliares, las cuales están monitorizadas por los cambios en los niveles plasmáticos de las transaminasas (AKT, ALT) y la fosfatasa alcalina (ALP) (Caloni & Cortinovis, 2011). En ponis, también se observaron lesiones microscópicas hepáticas inducidas por la aflatoxicosis por AFB1, como cambio graso centrilobular, necrosis celular hepática y fibrosis periportal, acompañado por elevados niveles de transaminasas, bilirrubina plasmática total y el índice ictérico, y señales clínicas como depresión, inapetencia y debilidad. Además, se ha descrito que la AFB1 induce una mayor respuesta inmunológica al aumentar las concentraciones de leucocitos, especialmente neutrófilos (Braga et al., 2020). Por otro lado, AFB1 también puede afectar los tejidos olfativos y respiratorios del caballo a partir de su inhalación, pudiendo inducir la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) (Larsson et al., 2003).
Fumonisinas
Las fumonisinas son micotoxinas generadas por especies de hongos del género Fusarium, y se ha descrito que la salud equina es susceptible a estas micotoxinas. Las más comunes son la fumonisina B1, B2 y B3. De hecho, niveles de concentración entre 0.02 y 0.12 µg/g de FB1 en el alimento puede causar brotes en la salud equina. De esta manera, se ha relacionado el consumo de alimento contaminado por FB1 en caballos con la enfermedad leucoencefalomalacia equina (ELEM), relacionado con los signos clínicos de sudoración, incapacidad para tragar, debilidad muscular, descoordinación y ataxia, hipermetría, cirrosis, presión en la cabeza, convulsiones tónico-clónicas, paresia, hiperexcitabilidad o depresión, ceguera, pupilas dilatadas y ausencia de reflejo pupilar a la luz (Bertero et al., 2018). De hecho, los caballos son la única especie que sufre de ELEM relacionado con micotoxicosis por FB1. Relacionado con este síndrome neurológico, se ha visto que la intoxicación por FB1 induce disfunción cardiovascular definido por una disminución del gasto cardíaco, efectos cronotrópicos e inotrópicos negativos y una reducción de la presión del pulso arterial. Se cree que debido a que FB1 incrementa los niveles de esfingosina afectando a los canales de calcio, o porque el desarrollo de ELEM daña los vasos cerebrales, el resultado es una reducción de la actividad cardiaca (Bertero et al., 2018). Además, se ha observado que las fumonisinas interfieren en el metabolismo de los esfingolípidos, importantes contribuidores en la formación de las membranas celulares y basales y sus funciones fisiológicas (Van der Westhuizen et al., 2001).
Tricotecenos
El Deoxinivalenol (DON) es un tricoteceno, como la toxina T-2, descrita como toxinas de rechazo, ya que inducen señales clínicas como la pérdida de apetito (Trenholm et al., 1994). De hecho, en un estudio con caballos alimentados con forraje contaminado por DON vieron que el consumo de alimento fue reducido y que los niveles de AST aumentaron significativamente, indicando un posible daño hepático debido a la micotoxicosis por DON (Raymond et al., 2003a). Además, DON también se ha descrito como una de las principales amenazas aéreas para el caballo, ya que tiene un efecto negativo en la integridad y morfología del epitelio respiratorio (Cleemput et al.,2019). Sin embargo, se ha observado que los caballos tienen una tolerabilidad mayor a DON que otras especies monogástricas, por ejemplo, el cerdo (Schulz et al., 2015). Finalmente, la presencia de DON en sangre también fue asociada con el desarrollo de cólicos en caballos y con el incremento de los niveles de AST, ALT y ALP (Dänicke et al., 2021).
Por otro lado, la toxina T-2, considerada menos común pero más tóxica que DON, no ha sido ampliamente estudiada. En yeguas, la toxina T-2 puede provocar lesiones bucales, pero no se han visto lesiones en intestino o afectaciones en la actividad ovárica como en otros animales (Juhasz et al. 1997).
Ocratoxinas
La ocratoxina es una potente micotoxina nefrotóxica y teratogénica. Las ocratoxinas son mayormente producidas en granos de cereales amiláceos como el maíz y el trigo con un contenido de humedad del 15,5-16%. Es sabido que la ocratoxina A entra en el sistema circulatorio por la vena porta y los vasos linfáticos uniéndose a las proteínas plasmáticas, especialmente la albumina. Existe escasa información sobre la absorción de ocratoxina en caballos, pero la bibliografía hipotetiza que seguramente, como en otros animales monogástricos, es absorbida en la parte más proximal del intestino delgado (Di Paolo et al., 1993). Sin embargo, más estudios son necesarios para poder determinar todos los efectos de las ocratoxinas en la salud equina.
Zearalenona
La zearalenona (ZEA), que es un metabolito secundario del género Fusarium, es una micotoxina estrogénica que se une a los receptores de los estrógenos causando hiperestrogenismo, caracterizado por un alargamiento del útero y un prolapso rectal y vaginal, entre otros efectos reproductivos. No obstante, un estudio en yeguas mostró como la administración de 1 ppm de ZEA inducia lesiones en la piel alrededor de la boca, pero no fue suficiente para ver efectos adversos en parámetros reproductivos (Juhasz et al., 2001). Por otra parte, en una granja comercial de caballos se encontró micotoxicosis por ZEA de aproximadamente 2.7 ppm en el alimento equino induciendo fuertes síntomas estrogénicos tras un periodo de alimentación de 30 días (Gimeno et al., 1983). Sin embargo, se ha descrito una baja sensibilidad de ZEA en caballos debido a la producción del metabolito ZEA menos activo (ß-ZOL) frente al α-ZOL, y al aumento del metabolismo y posterior excreción de ZEN (Vance et al., 2019). En estudios in vitro, ZEA demostró alteraciones celulares en células granulosas aisladas de ovarios equinos y los derivados α-ZOL y ß-ZOL afectan la estructura de la cromatina del esperma equino (Minervini et al., 2010). Por lo tanto, estos estudios sugieren un rol de ZEA en la disrupción de la reproducción equina. Curiosamente, en burros se ha visto que ZEA y DON podrían estar relacionados con la estimulación de la apoptosis celular en células epiteliales endometriales (Song et al. 2021), cosa que podría sugerir un efecto similar en caballos.
Conclusiones
En resumen, las micotoxinas representan un desafío significativo en la industria equina, ya que los caballos son más susceptibles a la intoxicación debido a su dieta basada en pasto, heno y cereales. Las aflatoxinas, fumonisinas, tricotecenos, ocratoxinas y zearalenona son algunas de las micotoxinas que pueden afectar la salud de los caballos, causando una variedad de problemas como enfermedades hepáticas, neurológicas, respiratorias y reproductivas. Es importante establecer límites máximos de exposición a estas micotoxinas para proteger la salud equina, aunque aún se necesita más investigación para comprender completamente sus efectos en los caballos.