Introducción
Para alimentar a las vacas lecheras o a los terneros, a menudo se omite considerar la contaminación por micotoxinas como un parámetro clave de la calidad del ensilado.
Entre los errores más frecuentes que cometen los agricultores se encuentra el de afirmar que su ensilado no contiene micotoxinas, ya que no se observa moho en la superficie. Sin embargo, existe poca relación entre la presencia de mohos y la presencia de micotoxinas en el ensilado, ya que la contaminación podría estar oculta (Zain, 2011).
El ensilado puede contener una mezcla de micotoxinas que pueden provenir de diferentes fuentes, como la contaminación previa a la cosecha (Uegaki et al., 2013; Gallo et al. 2015) y posterior a la cosecha (Fink-Gremmels, 2008; Alonso et al., 2013). La contaminación precosecha implica la presencia de especies de Fusarium y Aspergillus, mientras que Aspergillus y Penicillium caracterizan la contaminación posterior a la cosecha. Las micotoxinas de Fusarium incluyen las fumonisinas (FBs), la toxina T-2 (T-2), la zearalenona (ZEA) y el deoxinivalenol (DON). Todas ellas son muy estables (termoestables y a un amplio rango de pH) y parecen ser las principales micotoxinas presentes en el ensilado.
Aunque durante el proceso de ensilado las condiciones para el crecimiento de los hongos micotoxicogénos, como el Fusarium, no son las óptimas (pH bajo y condiciones anaeróbicas), se ha demostrado que algunas toxinas se quedan inalteradas y, por lo tanto, se mantienen activas (Uegaki et al., 2013). Además, durante este proceso es posible que las especies de Aspergillus puedan infectar los cultivos, aunque lo normal es que la contaminación de este hongo tenga lugar durante la fase postcosecha, produciendo la conocida aflatoxina B1 (AFB1).
Aspergillus también puede producir ocratoxina A (OTA), otra micotoxina dañina para el ser humano y los animales, cuyas concentraciones en el ensilado son bajas, debido a la incompatibilidad con las altas concentraciones de ácido acético y CO2 producidas durante el proceso de ensilaje (Gallo et al., 2015).
Otra especie implicada en la contaminación postcosecha es Penicillium roqueforti, que puede tolerar sustratos ácidos y bajas concentraciones de oxígeno (O’Brien et al., 2006). Sus toxinas, el ácido micofenólico y las roquefortinas son las más estudiadas debido a su alta prevalencia en el forraje ensilado (Gallo et al., 2015).
Por último, las toxinas de Alternaria, como los alternarioles, las altertoxinas, el altenueno, la tentoxina, las fomapironas, la dehidrocurvularina, el tenuazónico y el ácido pirenoacético también pueden infectar el ensilado durante las fases de almacenamiento (Gallo et al., 2021; Xin Mao et al., 2023).
Contribución del ensilado a la ingesta total de micotoxinas en vacas
El nivel de micotoxinas en los piensos puede variar mucho de un año a otro, debido a varios factores, como la temperatura, la humedad y las buenas prácticas agrícolas. Las dietas para rumiantes incluyen tanto forraje como concentrados, lo que aumenta la exposición a las micotoxinas, en comparación con las dietas para monogástricos (Gallo et al., 2015).
Existe la opinión de que los rumiantes son menos sensibles a las micotoxinas, debido a su detoxificación microbiana. Sin embargo, las micotoxinas metabolizadas en el rumen se pueden trasformar en formas nocivas, como el DON-3-glucósido generado por el DON, o la AFM1 producida por la AFB1.
Las micotoxinas y sus metabolitos pueden perjudicar la salud de los animales, su productividad y reducir la calidad de sus productos, especialmente si la contaminación incluye la presencia de dos o tres micotoxinas que pueden ejercer efectos sinérgicos negativos.
Aunque la investigación sobre la contaminación por micotoxinas se ha centrado principalmente en los cereales debido a su importante inclusión en las dietas animales, los estudios sobre el ensilado han demostrado que puede superar las concentraciones máximas permitidas para las dietas de rumiantes por la Unión Europea y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA estadounidense; Tabla 1; adaptado de Ogunade et al., 2018).
Tabla 1. Cantidad total de micotoxinas ingeridas por las vacas (adaptado por Ogunade et al., 2018)
Conclusiones: ¿Qué se puede hacer para reducir las micotoxinas en el ensilado?
El éxito de la gestión de la contaminación por micotoxinas en la alimentación animal requiere un enfoque global que abarque varias etapas de la producción. Por estas razones, para minimizar y controlar la contaminación por micotoxinas en el ensilado, debe tenerse en cuenta:
- Fase de precosecha. Minimizar el estrés medioambiental mediante prácticas agronómicas adecuadas (Edwards, 2004; Whitlow and Hagler, 2005).
- Fase de cosecha. Una cosecha más temprana puede reducir los niveles de contaminación por micotoxinas. Además, es muy importante planificar el momento de la cosecha para maximizar el rendimiento, la concentración de materia seca y los valores nutritivos (Jouany, 2007).
- Fase de ensilado. Los silos deben llenarse rápidamente después de la cosecha, para garantizar la densidad y las condiciones anaeróbicas recomendadas (Jouany, 2007).
- Análisis de micotoxinas. Conocer los niveles de contaminación por micotoxinas podría ayudar a establecer la estrategia de desintoxicación adecuada.
- Uso de soluciones anti-micotoxinas. Los niveles de contaminación por micotoxinas determinarán el nivel de riesgo. Una vez hecho esto, el producto específico contra las micotoxinas podría añadirse a la dieta de los animales, con el fin de reducir los efectos perjudiciales.
- Apoyo. El fortalecimiento de la salud intestinal de los bovinos con la mezcla adecuada de probióticos y aditivos fitogénicos para potenciar la absorción de nutrientes y la inmunidad.
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