Introducción
El ganado porcino es uno de los más sensibles a los efectos de las micotoxinas. El estrés oxidativo causado por estos metabolitos desencadena alteraciones en su microbiota, que impiden a los animales realizar una digestión eficiente, dificultando la absorción de diversos compuestos fundamentales (Grosu et al., 2023). Los cerdos sufren cuadros digestivos con vómitos y diarreas (Nikolov et al, 2023). Dichos síntomas, unidos a la falta de apetito y a una menor tasa de conversión, suponen un retraso en su crecimiento (Muñoz-Solano et al., 2024).
Por otro lado, las diferentes micotoxinas pueden afectar a otros sistemas del organismo, generando problemas respiratorios y reproductivos, entre otros. Además, hay que tener en cuenta que el alimento que consumen estos animales puede ser colonizado por diferentes tipos de hongos, de la misma forma que estos hongos pueden producir diferentes tipos de micotoxinas (Shi et al., 2019). Es por ello que es común que el alimento esté contaminado por más de una micotoxina de forma simultánea (Ruan et al., 2023).
Aflatoxinas
Los cerdos resultan altamente susceptibles a las aflatoxinas, sobre todo, aquellos que se encuentran en etapas tempranas de su desarrollo. La aflatoxina B1 es la más potente y a la que más susceptibles resultan los animales monogástricos. Intoxicaciones agudas por esta micotoxina pueden llevar a estados de depresión y anorexia, siendo el hígado el órgano que más dañado resulta (Popescu et al., 2022; Mallmann et al., 2007).
Imagen 1. Izquierda: hígados de animales sanos, derecha: hígados amarillentos e inflamados de animales intoxicados.
La presencia de aflatoxinas en el alimento lleva a problemas digestivos en el ganado porcino, observándose signos clínicos como diarreas. Los cerdos pierden el apetito y reducen su consumo, lo que conlleva un retraso del crecimiento, que da lugar, además, a una falta de uniformidad entre los pesos de los animales (Zhang et al., 2022).
Imagen 2. Izquierda: animal sano, derecha: retraso en el crecimiento de un lechón alimentado durante 21 días con 1ppm de aflatoxinas.
El potente efecto hepatotóxico de esta micotoxina altera el estado inmune de los animales, llevándolos a estados de inmunosupresión. En ocasiones, los cerdos expuestos a estas micotoxinas experimentan alteraciones reproductivas y también puede observarse un aumento de la mortalidad en las explotaciones. Estos metabolitos pueden ser transmitidos a través de la leche durante la lactación, y llegar a los lechones, que son altamente sensibles a esta micotoxina (Popescu et al., 2022).
Deoxinivalenol
El DON se relaciona con cuadros de vómitos y diarreas en el ganado porcino. Además, esta micotoxina genera el rechazo al alimento por parte de los animales, lo que supone un retraso en su crecimiento y compromete su desarrollo (Ogunade et al., 2018; Mallmann et al., 2007).
Imagen 3. Vómitos.
Su efecto altera la barrera gastrointestinal, dañando las células epiteliales y aumentando su permeabilidad, lo que dificulta la absorción de nutrientes (Pinton et al., 2009). Por otro lado, resulta tóxica a nivel hepático, desencadena reacciones inflamatorias y apoptosis, dando lugar a estados de inmunosupresión (Hasuda et al., 2022).
Imagen 4. Izquierda: imagen histológica yeyuno animal sano, izquierda: animal intoxicado, aumento de permeabilidad del epitelio intestinal.
La presencia del DON en el alimento aumenta la susceptibilidad de los animales a padecer infecciones secundarias. Además, en contaminaciones agudas puede ocasionar alteraciones nerviosas, como la parálisis de las extremidades (Panisson et al., 2023).
Zearalenona
La especie porcina es considerada la más susceptible a los efectos de la zearalenona, sobre todo las hembras, las cuales sufren fundamentalmente alteraciones a nivel reproductivo (Liu et al., 2020). Ocasiona problemas de fertilidad, pseudogestaciones, reabsorciones embrionarias, abortos y descensos en el tamaño de la camada (Ogunade et al., 2018; Nikolov et al., 2023).
Se producen alteraciones en las glándulas mamarias, en el desarrollo fetal y puede verse afectada la viabilidad de los lechones recién nacidos. Se observan inflamación y edemas en la vulva de algunos lechones, así como casos del síndrome de Splay leg, por el que los lechones son incapaces de mantener una posición normal en sus extremidades posteriores (Ogunade et al., 2018; Nikolov et al., 2023).
Imagen 5. Edema y enrojecimiento de vulva en lechón.
Imagen 6. Síndrome Splay leg en lechón.
Las cerdas afectadas pueden sufrir prolapsos vaginales, de útero y rectales. Además, se ha observado en un aumento del tamaño de los órganos reproductivos, en comparación con las hembras sanas (Ogunade et al., 2018; Nikolov et al., 2023).
En el caso de los machos, la zearalenona desencadena procesos de feminización con signos clínicos como ginecomastia, que dan lugar a problemas de lívido y fertilidad. Por otro lado, estas micotoxinas también resultan hepatotóxicas y genotóxicas para el ganado porcino (Nikolov et al., 2023; Trujano, 2021).
Imagen 7. Ginecomastia en macho joven.
Ocratoxinas
Dentro de las ocratoxinas, la ocratoxina A (OTA) es la micotoxina con mayor importancia toxicológica. Su efecto principal consiste en alterar la funcionalidad renal del ganado porcino, además de dar lugar a una reducción en el ritmo de crecimiento de los animales (Tassis et al., 2024; Ceci et al., 2007).
Imagen 8. Lesiones en riñón: aumento del tamaño de la pelvis renal y cortical hiperémica.
El daño renal generado por esta micotoxina supone en los animales un aumento en el consumo de agua y puede dar lugar a la presencia de sangre en la orina. Además, los animales presentan un estado de decadencia por el que se reduce su ingesta de alimento, lo cual compromete su crecimiento (Ceci et al., 2007; Mallmann et al., 2007).
Imagen 9. Izquierda: vejiga con mucosa engrosada e hiperemica, derecha: engrosamiento de la pared.
Las ocratoxinas presentan además toxicidad a nivel hepático y desencadenan problemas gastrointestinales. Dan lugar a cuadros de inmunosupresión en el ganado porcino, que resulta más susceptible a padecer enfermedades e infecciones secundarias. Por ello, su presencia en el alimento puede suponer un aumento de la mortalidad registrada en las explotaciones (Stoev et al., 2013).
Fumonisinas
Las fumonisinas ejercen su principal efecto en el sistema cardiovascular del ganado porcino, siendo consideradas la principal causa del síndrome de edema pulmonar porcino. Este síndrome da lugar a cuadros de apatía y postración (A) en sus etapas iniciales, llegando a provocar signos graves de dificultad respiratoria (B, C, D) e incluso la muerte (E) (Mallmann et al., 2007; Zeebone et al., 2022).
Imagen 10. Secuencia del cuadro clínico de cerdos con edema pulmonar.
Imagen 11. Izquierda: pulmones cerdo sano, derecha: edema pulmonar en cerdo.
El crecimiento de los animales también se ve comprometido por las fumonisinas. Los cerdos reducen el consumo de alimento y presentan un menor índice de conversión. Sufren alteraciones de la barrera gastrointestinal y disbiosis de la microbiota, que deriva en síntomas como diarreas (Terciolo et al., 2019).
Por otro lado, estas micotoxinas también presentan toxicidad a nivel hepático y renal, desencadenando importantes estados de inmunosupresión en los animales. El metabolismo lipídico del ganado porcino también se ve afectado a causa de la similitud estructural entre las fumonisinas y los esfingolípidos (Haschek et al., 2001; Mallmann et al., 2007).
Imagen 12. Izquierda: hígados cerdo sano, derecha: daño hepático en cerdos intoxicados.
Micotoxina T-2
El ganado porcino es altamente susceptible a los efectos de la micotoxina T-2, que forma parte del grupo de los tricotecenos. Su presencia da lugar al rechazo del alimento por parte de los animales y esto se traslada en un retraso en la ganancia de peso de los mismos. Generan cuadros de diarreas y desencadenan reacciones cutáneas. El contacto con alimento o heces contaminadas por estas micotoxinas, supone la irritación de zonas como el hocico, las orejas, la región perineal o la mucosa oral (Janik et al., 2021; Mallmann et al., 2007).
Imagen 13. Irritación cutánea por contacto con diarreas contaminadas.
Además, la micotoxina T-2 da lugar a importantes estados de inmunosupresión en los animales, debido a su interacción con la síntesis proteica, que supone la alteración de las membranas celulares. Compromete además la barrera intestinal de los cerdos y desencadena reacciones inflamatorias (Wojtacha et al., 2021).
Conclusión
Las micotoxinas generan importantes efectos en el ganado porcino, dando lugar a graves problemas de salud que empeoran sus rendimientos productivos además de comprometer su bienestar. Estos compuestos derivan en significativas pérdidas económicas, sanitarias y comerciales. Por este motivo, es importante establecer planes y estrategias efectivas para enfrentarnos a sus efectos y controlar su impacto.